'Habla, chucho, que no te escucho'

El Congreso de los Diputados aprobaba el 9 de febrero la ley de bienestar animal. A pesar de que por su nombre podría interpretarse como una regulación para todo tipo de animales, no es así, sino que la norma pone el foco en las mascotas.

Por Marta Fernández, periodista agroalimentaria

De entrada, no hay nada que discutir cuando de mejorar las condiciones y calidad de vida de los animales se trata. Bienvenida y aplaudida sea la concienciación y sensibilidad.

Ahora bien, el debate ha sido bronco porque, como en casi todo en la vida, los matices valen su peso en oro. Y lo que ha sucedido es que, una vez, se han mezclado ‘cosas’ y no se ha dado valor a la naturaleza de los animales, que es lo verdaderamente importante. Sirva un ejemplo práctico: una persona aprensiva o con miedo a la sangre, nunca podrá trabajar en un servicio de urgencias médicas. Y si lo hace, lo más probable es que sea infeliz toda su vida y sus niveles de estrés y ansiedad estén disparados.

Pues aquí lo mismo, la naturaleza, por ejemplo, de un perro de caza no es como la de un caniche. Pero es que, además, en el germen del debate, como señala el profesor Miguel Ángel Aparicio -socio fundador de SEPROBA- se ha partido de una premisa falsa, y es que todos los cazadores maltratan a los animales. Ojo, que haya algún desalmado, que lo hay, no significa que todos lo hagan. Del mismo modo que hay empresarios, políticos o empleados corruptos. Pero no es justo generalizar a raíz de las excepciones, sobre todo si se hace -conscientemente- para amplificar el alcance del mensaje.

Y, en tercer lugar, también resulta llamativo que en la discusión se haya colado de nuevo la proclama a favor de la eliminación de las jaulas. ¿No versaba este debate sobre animales de compañía? ¿Por qué se mezclan churras con merinas? ¿Quizás es otro el objetivo de quienes jalean y elevan el tono del ruido mediático?